Si normalmente la gente tiende a estresarse en el último trimestre del año, imagina con el tema pandemia, ahora súmale el punto de vista de alguien que se mueve de una región tranquila a un trabajo en la capital.
Es fácil compararse con una persona ahogándose en temas de carga laboral, cansancio, una especie de ira contenida. Soy (o somos) frágil(es), basta con gatillo en un día normal para explotar en llanto, intentado buscar aire, que alguien te escuche solo para alivianar la carga de una mochila que ya te tiene mal, y digo alivianar en vez de “sacarse la mochila” porque no podemos liberarnos de todo lo que quisiéramos sin la ayuda necesaria.
Levantarse sin ganas de levantarse se vuelve prácticamente normal, decir “otra vez lunes” es normal, como si fuera un espiral de autodestrucción sin fin, sin fin. ¡El ánimo está! Las ganas y/o energía no creo.